“¡Hola!”, las palabras que se pronuncian como un conjuro, el comienzo de nuestra odisea. La belleza de las metáforas con las que Algora viste la sexualidad, el sexo, la soledad, el apego y la ansiedad tan de nuestra época, le convierten en uno de nuestros artistas gay favoritos, sin forzar la etiqueta pues la condición sexual orgullosamente atraviesa su obra.
En Dioses y hombres hallamos una sutil versión de un cuento antiguo: los encuentros casuales, casi clandestinos, la emoción de una noche que se desvanece con los rayos de sol. Y no hace falta que Algora mencione Grindr para entender dulcemente su reflexión, o más bien testimonio, del uso de aplicaciones donde figuramos como trozos de carne en un catálogo, los vínculos desechables que establecemos y en los que aún así hemos creído encontrar dioses, pues al final sí es una forma de amor lo que incesantemente buscamos.
Las imágenes que vienen a representar esta buena canción son, por supuesto, hordas de hombres guapos y semidesnudos que entrelazan sus cuerpos, y una bellísima batalla cuerpo a cuerpo en la que los puños están cubiertos de flores, y la sangre de las heridas es purpurina. Algora, impecable, yace en un suelo de hojas secas, mientras otros caminan a su alrededor amenazando con pisotearlo. “Me acosté con hombres y amanecieron hombres, eres solo un charco de lo que lloviste anoche”, una línea memorable. Finalmente, el plano se aleja en un mar de hombres uniformes, y nuestro valiente guerrero se desdibuja, se pierde.
El videoclip ha sido estupendamente dirigido por Horacio Alcalá y hace parte de Folclore del rascacielos (2017), el último álbum que Algora editó y que vale la pena revisitar por estas fechas.