Alex Anwandter, estampa de un pop perfecto y santo de nuestra devoción, diría alguna vez en una entrevista, que participando con sus canciones en algunas protestas juveniles se encontró incoherente al interpretar letras de amor cuando la realidad inmediata parecía exigir su comentario.
Nacieron así las canciones de Amiga (2016), tan bailables como insidiosas, que aún valiéndose de la balada de amor, cuestionan las relaciones otras que orbitan nuestros afectos: el eco de las decisiones políticas, económicas, y el lastre de anticuadas normas sociales.
Ya en esa transición se fraguaba una ambición más honda. Desde su título, Latinoamericana (2018) anuncia grandilocuente ser la expresión no del yo sino de un rostro variopinto y mudable, el rostro latino. La esperanza entonces será vernos reflejados en el espejo de agua que promete ser Alex entre la flora de su portada, aves del paraíso y monsteras, mirándonos de frente. ¿Lo habrá conseguido?
“Niño, eres la peor”, el juego de palabras en su primera canción nos regala una referencia histórica: Malinche, aquella mujer indígena que se hace intérprete y amante de Hernán Cortés en el tiempo de la conquista española al imperio mexica, encarnando así la imagen de la traición, pero también del mestizaje. Alex pronuncia el nombre como agravio y acusa a un hombre contemporáneo de ser “Serpiente, Malinche y seductor / te das vuelta y de repente ya te crees nuestro señor”, mientras en la fría estructura electrónica se filtra algún detalle tropical.
Locura estalla a continuación, oda al sinsentido y el espanto ante un rumbo político que nos arrastra a los valores rancios que tanto hemos querido dejar atrás. Y ante la preocupación, una respuesta estoica: “Nada puedes tú hacer, solo puedes entenderte a ti”. Pronto aceptamos, con asombro dolido, que esta es la única canción de bailable vocación en el álbum, el resto de pistas se han vestido de sobriedad y alcanzan apenas destellos de ese ímpetu.
Dulce en su letra y metálica en su melodía se extiende Latinoamericana con su intención política a media tinta pero que nos enternece con el “Yo soy negro de amor”, y hasta imaginamos una novela histórica de amor homosexual e interracial en tiempos de Conquista, “Perfecto, entero, para mí eres como una flor / el hombre blanco es un diablo y tú eres amor”.
Y en una canción sobre las canciones, Vanidad hace un reclamo a los viejos ídolos musicales que ocultaron secretos (¿Acaso su sexualidad?¿Acaso Miguel Bosé o Camilo Sesto?) y a los que presas de su propia ambición sucumbieron a tratos sucios, o simplemente miraron con indiferencia a un mundo que pedía su compromiso.
Dos canciones en portugués que jurábamos refrescarían el disco, cayeron como agua demasiado helada, Um girassol da cor do seu cabelo y Olha Maria, covers correctamente interpretados que lucen como meros interludios en el avance de Latinoamericana, una oportunidad desaprovechada, creemos, para dotar de épica y riqueza instrumental a este retrato de lo latino.
Axis Mundo, en su gran parecido a la gran Rebeldes (2011), se hace himno desenfadado a la libertad y a la urgencia del amor, aun en tiempos hostiles. Aquí una bella imagen: “Me enamoré, Cristina, de tu voz de hombre”, y en su contagiosa simpleza pronto estamos coreando: “¿Por qué el mundo siempre mira mal / a quien no evita ser distinto?”.
Y la favorita: Canción del muro, un llamado. Sin consideración, sin piedad, grandes y altos muros construyen ante nosotros, y será labor diaria echarlos abajo, pues hay tanto qué hacer allí fuera, “y empezamos a pensar cosas nuevas, en vez de obedecer”. Una dura melodía que crece y arde en el pecho, la canción protesta más sofisticada, ¡Qué acierto! Y otra simple pero afilada sentencia: “La vida se va, hagamos que valga la pena”.
El disco nos precipita a su final y a todas luces no parece habernos conmovido lo suficiente, le disfrutamos sin la fiebre de sus antecesores, y mucho menos hemos recibido el iridiscente mosaico sobre la identidad latinoamericana que imaginamos, apenas si unas piezas irregulares, algunos cristales y piedras. Pero, ¿no sentimos acaso, que lentamente van brotando en nosotros mismos las palabras y las inquietudes? que estas canciones son verdaderos “growers”, semillas aquí plantadas que en el tiempo atesoraremos y hoy lentamente nos invitan a reconocernos desde nuestras orillas, a saber ser, al fin, hijos de nuestro tiempo. “Ya no tengo miedo, vamos a la marcha”.
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