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El referente pop más claro que tenemos de una construcción meramente vocal en las canciones es Medúlla de Björk (2004), que viene a la memoria cuando reconocemos que en Zion todas las voces son Ely Guerra, un coro-individual que se eleva y nos estremece. Aparece también, un recuerdo fugaz de Juan Son y su Mermaid Sashimi (2009), en cuanto a las armonías y esa atmósfera de bosque encantando.
Los cantos de Ely atenúan más que nunca un tono religioso frente a la figura bíblica de Zion, y metafóricamente, o no, describen un lugar anhelado. Sin pensar demasiado en las expectativas que durante años hemos tejido sobre Ely Guerra, y más bien agradecidos con una obra que a pesar de su irregularidad nos ha otorgado tanta belleza, nos rendimos a esta nueva propuesta y esperamos emocionados el larga duración.
Ya hasta hemos fisgoneado en su página web y descubierto las letras ya publicadas, y una en especial reafirma nuestra dicha:
Yo que no tengo
nada qué darte,
puedo volar y ser feliz.
🌑🌑🌑