Cuando la miss Colombia perdió su corona contra miss Filipinas, en aquel desliz de Steve Harvey, salieron a flote otras realidades de nuestro país. Entre esas, el nivel de indignación que el pueblo colombiano puede llegar a expresar en redes sociales, algo inconcebible con flagelos más apremiantes como el asesinato de líderes sociales o la explotación de bosques en el Amazonas. Y a pesar de ser un país etnicamente diverso, también afloró un racismo voraz hacia el presentador, nuevamente la indignación por las cosas banales fue mayor a la suma de todos los problemas de un país tercermundista y subdesarrollado.
Este episodio también sirvió de leitmotiv para el nuevo disco de Lido Pimienta. Algo bueno tenía que salir de todo eso. Como una sátira al sentimiento patriótico y al culto a la belleza, Pimienta firma este disco con el nombre de su país natal dándole un nuevo giro a su propuesta, que de por sí se caracteriza por su visceralidad y la autorefrencia.
Acompañada en la producción del canadiense Prince Nifty, Lido confecciona su mejor set de canciones a la fecha, once composiciones, entre interludios, colaboraciones y sorpresas, que dan luz de su genio creativo y la colocan al frente de la avanzada latinoamericana. Miss Colombia, no sólo es un trabajo luminoso y colorido que recoge sus inquietudes sobre el desamor, sus causas, sus orígenes y el folclore de la costa norte colombiana, sino que condensa armoniosamente las ansias de sus primeras composiciones (Humano, La Rata) con un sonido más pulcro y una mirada más sosegada, además del encuentro con nuevos colaboradores.
El álbum arranca con la primera cara de una composición para coros y metales titulada Para transcribir (SOL), un mantra de sanación que abre con una frase que versa sobre el juego entre la imagen pública y la violencia "Para transcribir pude adivinar, tuve que sentir ojos en tus balas". De ahí saltamos a la arriesgada Eso que tú haces, un reclamo a grito vivo que cabalga sobre percusiones, clarinetes y programaciones, una composición que equilibra la dualidad de Pimienta, los preciosos paisajes sonoros del caribe con la estridencia de sus pesares.
Sobre Nada, nos estábamos reservando para esta, la mejor canción del disco, y quizá la mejor de su repertorio. En principio la sentimos como una versión actualizada de La Rata, aquel canto enfadado del Color LP que nos mostraba su rabia ante un panorama político adverso. Después del florecimiento del movimiento feminista, Nada surge como un himno para esta colectividad, cual canto de resiliencia que entre sus matices puede ganar sentido para un público aún más amplio. La participación de Li Saumet hilando las frases de Pimienta hace evidente esta hermandad, las imágenes prestadas por su videoclip acentúan esta joya de dolor y resistencia.
Canciones luminosas como Te quería, con su cadenciosa base de cumbia, y la combativa Resisto y ya son la contraparte de registros más íntimos y crudos como Coming thru o la preciosa Quiero que me salves con el mítico Sexteto Tabalá de San Bacilio de Palenque. Y es aquí donde Lido comienza a ataviarse de sus trajes folclóricos. Seis minutos de pregones y respuestas, de un registro en vivo que se erige como un oasis de simpleza entre composiciones más elaboradas. En esta misma línea descubrimos Pelo cucu, un lamento contra la estigmatización del mal llamado "pelo malo", otro acercamiento directo y sin mediaciones electrónicas entre Lido y sus orígenes.
Hasta su cierre con Para trancribir (LUNA), Miss Colombia ya nos ha mostrado varias facetas de la intrépida Lido Pimienta, sin embargo, este no es un cierre cualquiera. Acá Lido crea una atmósfera propia, al mejor estilo de la Björk de Medúlla o una meditabunda Juana Molina, dando vía libre a su voz en estos minutos que nos arrullan, cual nana nos va dejando en paz momentáneamente. Ella ya logró su cometido, montó su propio reinado, se puso el atuendo adecuado, se colgó la corona y por 43 minutos nos hace olvidar las vergüenzas y nos devuelve la ambigua dignidad de ser colombianos.