Tomás Preuss, el alma insistente en Prehistöricos, lleva años escribiendo canciones de amor, y mientras su materia prima permanece inamovible, ha sabido refrescar, combinar y alterar los elementos a su alrededor. Así, cada canción es un dulce descubrimiento.
Si se acaba ha llegado sin avisar, y en su juguetona melodía volvemos a encontrar el anhelo de un afecto, sorprendiendo también, nuestra propia incredulidad ante las tempranas ilusiones. Pero cada lección aprendida siempre es olvidada: que nos disculpe el viejo amor por llamar al nuevo, el primero.
En una secuencia de respiraciones y una delicada electrónica, sucumbimos a esta nueva historia: el amor encontrado y la felicidad que husmea su propio fin. Tomás sabe bien que no son estos tiempos dados a lo eterno, y brinda un consejo: "Si se acabe, que no importe".
Abrazar el presente, y como Walt Whitman, vivir la felicidad, "no en otro lugar, sino en éste". Otorgar el amor y la belleza sin exigir la correspondencia, la continuidad. Las instrucciones que llevamos toda una vida tratando de seguir, parece que poco a poco y bajo la luz de canciones como ésta, parecemos ir entendiendo.